lunes, 31 de marzo de 2008

de www.grupodiario.com.ar








EL VIERNES, EN UN EMOTIVO ACTO

Fue elegida la Mujer Escobarense 2008

Tal como fuera anunciado en ediciones anteriores de este matutino, el pasado viernes fue elegida la "Mujer Escobarense 2008". El acto, organizado por la Mesa Redonda Panamericana de Escobar, se realizó en la sede del Centro de Día René Favaloro, ubicado en la calle Sanguinetti 157, en Belén de Escobar. La ceremonia, que contó con una importante presencia de público, dio inicio algunos minutos después de las 19.00. La Mesa Redonda Panamericana de Escobar, (MPRE), había nominado a diez mujeres escobarenses, selectas por su "destacada labor destinada al bien público con un sentido encomiable de solidaridad, respeto y vocación por la paz", como lo han indicado desde la institución. Todas las mujeres nominadas fueron galardonadas con diplomas y ramos de flores. La entrega estuvo acompañada de fuertes aplausos por parte de los presentes. Como "Mujer Escobarense 2008" fue elegida Blanca Rosa Rondinoni, o "Bimba", como también la llaman afectuosamente. Entre las actividades que desarrolló Bimba se señaló que fue profesora, escritora, co-fundadora y presidenta honoraria de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) de Escobar. Blanca Rondinoni se mostró muy emocionada por la distinción obtenida además, aprovechó la ocasión para leer a los presentes un bello poema de su autoría, el cual no tardó en arrancar un cerrado aplauso de la audiencia.
Tal como estuviera programado el acto dio inicio con unas palabras de la presidenta de MPR Escobar, Licenciada Elba Salas; luego, Mariela Claude, integrante de la institución leyó su poema "Ser Panamericana". La Mujer Escobarense 2007, Shimayo Gashu, fue quien tuvo a cargo el encendido de la Luz por la Paz. También se leyó un poema de Aída Holtz.
Carla Leonardi, Directora del Centro de Día René Favaloro y Mujer Distinguida 2007, también leyó un discurso de su autoría, el cual conmovió a muchos de los presentes.
Las Mujeres Distinguidas este año fueron Susana Bengochea, Laura Ferrari, Andrea Miranda, Eva Gioia, Leonor Valdez, Blanca Rosa Rondinoni, Gloria Argenitna Cuevas (quien no pudo asistir al acto por problemas de salud), Elsa Alvarez, Adriana Beatriz Ameri, y Vanina Losano. A cada una de ellas la MPR Escobar le osequió un diploma y un bello ramo de flores.
En la segunda parte del acto se le entregó un recordatorio al presidente de la Asociación Belgraniana de Escobar, Prof. Rubén Benvenuto. También se homenajeó a Manuel Belgrano por su preocupación por la educación de la mujer y al reconocido Dr. argentino René Favaloro.
Terminada la parte protocolar del homenaje los presentes pudieron disfrutar del monólogo "Ana Bolena" interpretado por Fernanda González, alumna del taller de teatro de la profesora Graziella Sureda. Por último, actuó el Ballet Municipal con Proyección Universal a cargo de la Prof. Emilia Martina Occhipinti.

Carta a Cristina Fernádez de Kirchner- At. Miriam Tatángelo

Cristina (Fernández), mucho gusto. Mi nombre es Fernando Peña, soy actor, tengo 45 años y soy uruguayo. Peco de inocente si pienso que usted no me conoce, pero como realmente no lo sé, porque no me cabe duda que debe estar muy ocupada últimamente trabajando para que este país salga adelante, cometo la formalidad de presentarme.
Siempre pienso lo difícil que debe ser manejar un país... Yo seguramente trabajo menos de la mitad que usted y a veces me encuentro aturdido por el estrés y los problemas. Tengo un puñado de empleados, todos me facturan y yo pago IVA, le aclaro por las dudas, y eso a veces no me deja dormir porque ellos están a mi cargo. ¡Me imagino usted! Tantos millones de personas a su cargo, ¡qué lío, qué hastío! La verdad es que no me gustaría estar en sus zapatos. Aunque le confieso que me encanta travestirme, amo los tacos y algunos de sus zapatos son hermosísimos. La felicito por su gusto al vestirse.
Mi vida transcurre de una manera bastante normal: trabajo en una radio de siete a diez de la mañana, después generalmente duermo hasta la una y almuerzo en mi casa. Tengo una empleada llamada María, que está conmigo hace quince años y me cocina casero y riquísimo, aunque veces por cuestiones laborales almuerzo afuera.
Algunos días se me hacen más pesados porque tengo notas gráficas o televisivas o ensayos, pruebas de ropa, estudio el guión o preparo el programa para el día siguiente, pero por lo general no tengo una vida demasiado agitada
Mi celular suena mucho menos que el suyo, y todavía por suerte tengo uno solo. Pero le quiero contar algo que ocurrió el miércoles pasado. Es que desde entonces mi celular no deja de sonar: Telefe, Canal 13, Canal 26, diarios, revistas, Télam… De pronto todos quieren hablar conmigo. Siempre quieren hablar conmigo cuando soy nota, y soy nota cuando me pasa algo feo, algo malo. Cuando estoy por estrenar una obra de teatro –mañana (por este domingo), por ejemplo– nadie llama. Para eso nadie llama. Llaman cuando estoy por morirme, cuando hago algún “escándalo” o, en este caso, cuando fui palangana para los vómitos de Luis D’Elía. Es que D’Elía se siente mal. Se siente mal porque no es coherente, se siente mal porque no tiene paz. Alguien que verbaliza que quiere matar a todos los blancos, a todos los rubios, a todos los que viven donde él no vive, a todos lo que tienen plata, no puede tener paz, o tiene la paz de Josef Mengele.
Le cuento que todo empezó cuando llamé a la casa de D’Elía el miércoles porque quería hablar tranquilo con él por los episodios del martes: el golpe que le pegó a un señor en la plaza. Me atendió su hijo, aparentemente Luis no estaba. Le pregunté sencillamente qué le había parecido lo que pasó. Balbuceó cosas sin contenido ni compromiso y cortó.
Al día siguiente insistí, ya que me parecía justo que se descargara el propio Luis. Me saludó con un “¿qué hacés, sorete?” y empezó a descomponerse y a vomitar, pobre Luis, no paraba de vomitar. ¡Vomitó tanto que pensé que se iba a morir! Estaba realmente muy mal, muy descompuesto.
Le quise recordar el día en el que en el cine Metro, cuando Jorge Lanata presentó su película Deuda, él me quiso dar la mano y fui yo quien se negó. Me negué, Cristina, porque yo no le doy la mano a gente que no está bien parada, no es mi estilo. Para mí, no estar bien parado es no ser consecuente, no ser fiel.
Acepto contradicciones, acepto enojos, peleas, puteadas, pero no tolero a las personas que se cruzan de vereda por algunos pesos. No comparto las ganas de matar. El odio profundo y arraigado tampoco. Las ganas de desunir, de embarullar y de confundir a la gente tampoco. Cuando me cortó diciéndome: “Chau, querido…”, enseguida empezaron los llamados, primero de mis amigos que me advertían que me iban a mandar a matar, que yo estaba loco, que cómo me iba a meter con ese tipo que está tan cerca de los Kirchner, que D’Elía tiene muuuucho poder, que es tremendamente peligroso. Entonces, por las dudas, hablé con mi abogado. ¡Mi abogado me contestó que no había nada que hacer porque el jefe de D’Elía es el ministro del Interior (Florencio Randazzo)! Entonces sentí un poco de miedo. ¿Es así Cristina? Tranquilíceme y dígame que no, que Luis no trabaja para usted o para algún ministro. Pero, aún siendo así, mi miedo no es que D’Elía me mate, Cristina; mi miedo se basa en que lo anterior sea verdad. ¿Puede ser verdad que este hombre esté empleado para reprimir y contramarchar? ¿Para patotear? ¿Puede ser verdad? Ese es mi verdadero miedo. De todos modos lo dudo.
Yo soy actor, no político ni periodista, y a veces, aunque no parezca, soy bastante ingenuo y estoy bastante desinformado. Toda la gente que me rodea, incluidos mis oyentes, que no son pocos, me dicen que sí, que es así. Eso me aterra. Vivir en un país de locos, de incoherentes, de patoteros. Me aterra estar en manos de retorcidos maquiavélicos que callan a los que opinamos diferente. Me aterra el subdesarrollo intelectual, el manejo sucio, la falta de democracia, eso me aterra Cristina. De todos modos, le repito, lo dudo.
Pero por las dudas le pido que tenga usted mucho cuidado con este señor que odia a los que tienen plata, a los que tienen auto, a los blancos, a los que viven en zona norte. Cuídese usted también, le pido por favor, usted tiene plata, es blanca, tiene auto y vive en Olivos. A ver si este señor cambia de idea, como es su costumbre, y se le viene encima. Yo que usted me alejaría de él, no lo tendría sentado atrás en sus actos, ni me reuniría tan seguido con él.
De todas maneras, usted sabe lo que hace, no tengo dudas. No pierdo las esperanzas, quiero creer que vivo en un país serio, donde se respeta al ciudadano y no se lo corre con otros ciudadanos a sueldo; quiero creer que el dinero se está usando bien, que lo del campo se va a solucionar, que podré volver a ir a Córdoba, a Entre Ríos, a cualquier provincia en auto, en avión, a mi país, el Uruguay… por tierra algún día también.
Quiero creer que pronto la Argentina, además de los cuatro climas, Juan Manuel Fangio, Diego Maradona y Carlos Monzón, va a ser una tierra fértil, el granero del mundo que alguna vez supo ser, que funcionará todo como corresponde, que se podrá sacar un DNI y un pasaporte en menos de un mes, que tendremos una policía seria y responsable, que habrá educación, salud, piripipí piripipí piripipí, y todo lo que usted ya sabe que necesita un país serio.
No me cabe duda de que usted lo logrará. También quiero creer que la gente, incluso mis oyentes, hablan pavadas y que Luis D’Elía es un señor apasionado, sanguíneo, al que a veces, como dijo en C5N, se le suelta la cadena. Esa nota la vio, ¿no? Quiero creer, Cristina, que Luis es solamente un loco lindo que a veces se va de boca como todos. Quiero creer que es tan justiciero que en su afán por imponer justicia social se desborda y se desboca. Quiero creer que nunca va a matar a alguien y que es un buen hombre. Quiero creer que ni usted ni nadie le pagan un centavo. Quiero creer que usted le perdona todo porque le tiene estima. Quiero creer que somos latinos y por eso un tanto irreverentes, a veces también agresivos y autoritarios. Quiero creer que D’Elía no me odia y que, la próxima vez que me lo cruce en un cine o donde sea, me haya demostrado que es un hombre coherente, trabajador decente con sueldo en blanco y buenas intenciones.
Cuando todo eso suceda, le daré la mano a D’Elía y gritaré: “Viva Cristina”… Cuántas ganas tengo de que todo eso suceda. ¿Estaré pecando de inocente e ingenuo otra vez? Espero que no.

La saluda cordialmente,

Fernando Peña