domingo, 14 de diciembre de 2008

de Joaquín Morales Sola.-La Nación

Un principio somero aún, y quizá vacilante, de una calificada coalición antikirchnerista comienza a perfilarse en la decisiva provincia de Buenos Aires. El último gesto en esa dirección lo hizo Elisa Carrió cuando aceptó, a su manera, que dentro de sus límites políticos está también el ex gobernador Felipe Solá. El eventual acuerdo incluye al vicepresidente Julio Cobos o, más precisamente, a sus amigos bonaerenses, muchos de ellos al frente de importantes municipios.
Buenos Aires será en el próximo año electoral el espacio nacional donde se jugará la suerte política de los Kirchner. La amplia y poblada geografía bonaerense (ahí habita casi el 40 por ciento del electorado nacional) es, en los hechos, el territorio electoral de Néstor Kirchner. Ahí tumbó el liderazgo de Eduardo Duhalde sobre la estructura peronista y se encaramó él mismo sobre ella desde que ganó la presidencia en 2003.
Ahí ratificó su poder en las elecciones legislativas de 2005 y ahí, en Buenos Aires, su esposa cosechó el año pasado los votos necesarios como para superar el 40 por ciento de los votos nacionales. Ese porcentaje era clave para evitar una segunda vuelta.
Felipe Solá abandonó el kirchnerismo durante la larga crisis con el campo y rompió formalmente, hace poco, el bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Los sectores rurales que votaron a Cristina Kirchner, por conveniencia más que por simpatía, podrían irse con él.
A su vez, Elisa Carrió no sólo pregona en sus discursos que dejó atrás la intransigencia. También actúa sus palabras. En las últimas semanas, amplió las fronteras de sus probables alianzas hasta llegar a Solá y al propio Cobos. Con los dos tenía ciertos resquemores, a tal punto que el ex gobernador bonaerense había dado por concluidas sus frecuentes conversaciones con Margarita Stolbizer, una radical crítica que milita ahora al lado de Carrió.
Stolbizer tiene un significativo caudal propio de votos en Buenos Aires y siempre consideró que los no kirchneristas debían explorar todas las posibilidades de acuerdos para tumbar al kirchnerismo en su propia cuna. Nunca dejó de relacionarse con Cobos y con Solá, a pesar de las objeciones que interponía la propia jefa de su fuerza nacional. Dicen que la influencia de ella fue decisiva para convencer a Carrió de que debía seducir también al vicepresidente y al ex gobernador.
Sobrellevando la imagen de una mujer tenaz y vehemente, hay que reconocerle a Carrió, sin embargo, la necesaria ductilidad para construir el poder. No le gustaba un Felipe Solá demasiado pegado a Duhalde. Carrió tiene con Duhalde un problema que rebasa la política. El ex presidente le inició dos querellas judiciales por calumnias e injurias.
Pero a Solá le basta con los enemigos que se crea él mismo como para comprar algunos enemigos ajenos. Carrió parece haber entendido que detrás de Solá no venía Duhalde, porque éste sigue siendo un límite férreo para un futuro entramado de sus acuerdos electorales.
Con Cobos, la jefa de la Coalición Cívica tenía otros reparos. Suponía que algunos jugaban con la figura del vicepresidente para planear una eventual vacancia del Poder Ejecutivo y la entronización de Cobos al frente de él.
Carrió apostó siempre a la arquitectura de una alternativa para reemplazar a los Kirchner, pero en 2011, no antes. Ese plan nunca estuvo, si es que existió, en la cabeza del vicepresidente.
La comprobación de esa convicción institucional de Cobos es lo que la llevó ahora a aceptar la probable alianza con los seguidores del vicepresidente en Buenos Aires.
"Me oponía a Cobos cuando lo querían gobernando en nombre de una alianza que no me gustaba", explicó.
No fue menor, de todos modos, la influencia del radicalismo nacional. ¿Puede el radicalismo, necesitado como está de una reconstrucción partidaria, prescindir de Cobos, la figura política más popular del país según la unanimidad de las encuestas? Una parte importante del predicamento en ese sentido, el de la unidad de las expresiones no kirchneristas con Cobos incluido, corrió por cuenta del jefe del bloque de senadores radicales, Ernesto Sanz, un habitual interlocutor de Carrió. Sanz tiene autoridad moral para catequizar sobre el acercamiento a Cobos, porque él mismo lo ensayó en Mendoza, donde los dos fueron adversarios históricos.
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Carrió deberá enfrentar todavía algunas indisciplinas internas, porque sectores importantes de su espacio político son marcadamente antiperonistas. Les costará digerir un acercamiento a Felipe Solá. De todos modos, la líder de la Coalición Cívica suele repetir un concepto en estas horas para definir la nueva frontera de sus acuerdos: "Mi límite definitivo son los corruptos irredimibles". Hasta ellos no llegará.
El propio Felipe Solá tendrá que contener a aliados probables o eventuales. Uno de ellos será seguramente Mauricio Macri, que se había comprometido a hacer campaña por él en la provincia de Buenos Aires. Macri cuenta con buenos índices de imagen positiva entre los bonaerenses. Resulta, no obstante, que Carrió y Macri se enfrentarán cara a cara en las elecciones de la Capital Federal. La competencia porteña será sólo entre ellos y el kirchnerismo no podrá hacer mucho en un territorio que siempre le fue hostil.
Con todos los condicionamientos y las limitaciones que aún tiene la edificación de una alianza de esa magnitud en la provincia de Buenos Aires, lo cierto es que se trata de la primera vez que el kirchnerismo entrevé la posibilidad de un serio riesgo electoral en el distrito más importante del país.
Ni Carrió ni Solá ni el clásico radicalismo bonaerense son personas o grupos fáciles en una mesa de negociación. Pero todas las cosas necesitan de un principio. El principio, no el final, es lo que ha nacido en las últimas horas.