viernes, 10 de abril de 2009

El “Mal de Caparrós”
por Pablo de la Iglesia
En un artículo reciente, en el cual el periodista tuvo su momento de gloria a costa de Lilita, pudimos vislumbrar uno de los condicionamientos sociales más arraigados de la argentinidad que hoy he dado en bautizar el “Mal de Caparrós”.
Se trata de una enfermedad que nos hace más daño que el dengue, el cáncer y el SIDA juntos, por suerte, en este caso, tiene cura. Para erradicar el “Mal de Caparrós” no es suficiente un buen gobierno, es necesaria la comunión de una masa crítica de argentinos que pueda volver a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, estimular aquello y repudiar esto.
El “Mal de Caparrós” es una enfermedad que omnubila la conciencia de algunos argentinos y les hace creer que la corrupción es un tema secundario, sin mayor importancia para llevar adelante una gestión de gobierno eficiente; de hecho, cuando el “Mal de Caparrós” es grave, quien lo padece llega a pensar que la corrupción es normal, inevitable, e incluso, en su fase terminal, un atributo distintivo de lo más cool de la viveza criolla.
No soy católico, y como militante de la Coalición Cívica, tampoco un “si Lilita todo lo que digas está bien”, pero la vehemencia con la que se expresa quien padece el “Mal de Caparrós”, ridiculizando al creyente y al que pone por delante la honestidad, constituye una semilla de la violencia social que hoy padecemos. La celebración de las diferencias es un síntoma de salud; ridiculizar a quien piensa diferente pone de manifiesto una falta de inteligencia social que tenemos que revertir con una fuerte intención de trabajar en el desarrollo humano de la nación.
Cuando la mente se ve liberada de este mal, puede comprender cabalmente que cualquier debate ideológico, por más que sus alas le lleven muy alto en las esferas del brillante intelecto de la dirigencia argentina, no pasa de una mera masturbación mental, individual y colectiva, que nos mantiene atados a una condición primitiva de todos contra todos.
Me sumo a esos argentinos aburridos de tanto verso y cansados de que la dirigencia insista en poner lo que aparentan ser buenas semillas en el desierto de la corrupción. Primero lo primero: curarnos el “Mal de Caparrós”; después, las buenas ideas germinarán fuertes y ricas en frutos.
*Pablo de la Iglesia es coordinador políticode la Coalición Cívica Chajarí (
www.ccchajari.com.ar)