domingo, 17 de agosto de 2008

Luis Daniel Zuluaga (periodista de Gualeguaychú)

UN EJEMPLO DE DON JOSÉ (Homenaje a San Martín)

"Todo buen ciudadano tiene una obligación: sacrificarse por la libertad de su país." "Más ruido hacen diez hombres que gritan que cien mil que están callados.""La ilustración y el fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos.""Mis necesidades están más que suficientemente atendidas con la mitad del sueldo que gozo.""Es llegada la hora de los verdaderos patriotas. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergonzarnos. Desde hoy quedan nuestros sueldos reducidos a la mitad. Todos somos ya soldados, cada uno es centinela de su vida.""Es cierto que tenemos que sufrir escasez de dinero, paralización del comercio y agricultura, arrostrar trabajos y ser superiores a todo género de fatigas y privaciones; pero todo es menos que volver a uncir el yugo pesado e ignomisioso de la esclavitud.""Al hombre honrado no le es permitido ser indiferente al sentimiento de la justicia.""No se debe hacer promesa que no se pueda o no se deba cumplir.""La seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad deben constituir una de las bases de todo buen gobierno.""Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas.""El General San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará su espada contra los enemigos de la América del Sur.""A mi regreso a Buenos Aires encontré que la generosidad había puesto a mi disposición una vajilla de plata. No estamos en tiempo de tanto lujo: el Estado se halla en la necesidad y es necesario que todos contribuyamos a remediarla. Por lo tanto, con esta fecha, doy orden para que se ponga a disposición de V.E. dicha vajilla, como asimismo el sueldo que se me tiene señalado por este Estado."(Carta al Comisario del Ejército de Chile renunciando a obsequios y sueldo en 1817)DESCRIPCIÓN DE ÉPOCA RETRATO DE UN HOMBRE COMÚNCompartimos a continuación un extracto de las Obras Completas de Juan Bautista Alberdi, que describe con maestría la asombrosa sencillez del General San Martín."Mis ojos clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban con impaciencia el momento de su aparición. Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo: Yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y si bien lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo grave y solemne; pero lo hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llaneza de un hombre común. Al ver el modo cómo se consideraba él mismo, se diría que este hombre no había hecho nada de notable en el mundo, porque parece que él es el primero en creerlo así.. Yo había oído que su salud padecía mucho, pero quedé sorprendido al verle más joven y más ágil que todos cuantos generales he conocido de la guerra de nuestra independencia, sin excluir al general Alvear, el más joven de todos. El General San Martín padece en su salud cuando está en inacción y se cura con sólo ponerse en movimiento. De aquí puede inferirse la fiebre de acción de que este hombre extraordinario debió estar poseído en los años de su tempestuosa juventud. No obstante su larga residencia en España, su acento es el mismo de nuestros hombres de América. En su casa se habla alternativamente el español y el francés. Rara vez o nunca habla de política. Jamás trae a conversación sus campañas; sin embargo le gusta hablar de empresas militares. Todo en el interior de la casa respira orden, conveniencia y buen tono. El General ocupa las habitaciones altas que miran al norte. He visto su gabinete lleno de la sencillez y método de un filósofo. Allí en el ángulo de la habitación, descansa impasible, colgada al muro, la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América Occidental. Tuve el placer de tocarla. Tuve también el gusto de examinar muy despacio el famoso estandarte de Pizarro, que el Cabildo de Lima regaló al General. Se puede decir con verdad que el General San Martín es el vencedor de Pizarro: ¿a quién, pues, mejor que al vencedor, tocaba la bandera del vencido?"

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