miércoles, 22 de abril de 2009

diputada Diana Maffía

Género y Políticas Públicas en Educación, Ciencia y Tecnología
Esta ponencia fue leída esta semana en el Simposio Mujeres y Ciencia (México) organizado por la Academia Mexicana de Ciencias, Red de Academias de Ciencias de las Américas
Alcanzar la equidad de género en América Latina supone enfrentar un problema complejo, ya que a la cuestión jerárquica entre varones y mujeres debida a los estereotipos de género que inciden en la elección de carreras científicas y en las expectativas profesionales, se agrega una relación centro/periferia entre los lugares de producción de conocimiento teórico consolidado y aquellos que realizan tareas de apoyo y recolección de datos, reproduciendo geopolíticamente la desigualdad.
En el campo de la ciencia en particular, debemos agregar las concepciones del conocimiento, temas y métodos legitimados por la modernidad europea; y aquellos que se producen en el seno de comunidades diversas, como los pueblos originarios y los afrodescendientes. No olvidemos que las propias mujeres hemos sido durante siglos productoras de saberes considerados “no científicos” por estar destinados a usos domésticos como la alimentación, la cosmética o la atención del parto.
A esto hay que agregar que la inversión en investigación no siempre prioriza los intereses regionales, sino que muchas veces se siguen las líneas de investigación que responden a prioridades de otros países y regiones por cuestiones vinculadas al financiamiento. Y también que el idioma mayoritariamente compartido en la región, el español, tiene enormes desventajas en la difusión, lectura y publicación con respecto al inglés. Esto produce que los saberes no circulen con fluidez.
Debe preocuparnos entonces, como mujeres latinoamericanas, alcanzar la equidad para todas en nuestra enorme diversidad, alcanzar la autonomía en la determinación de nuestros intereses, legitimar otros mecanismos de evaluación de los saberes, establecer otros vínculos en las comunidades de conocimiento, cambiar el discurso de la ciencia sobre los cuerpos de las mujeres con los que el patriarcado justifica la opresión y la discriminación.
Pero eso, acordarán conmigo, va mucho más allá de incluir mujeres en la ciencia. Se trata de cambiar el paradigma mismo de la ciencia, su lenguaje y sus métodos, en un difícil camino que consiste en hacernos expertas en ciertos saberes, para luego con esa autoridad reformar los propios saberes consagrados.
Algunas preguntas que debemos formularnos en este camino tienen que ver con una consideración de la ciencia no sólo como un producto, sino también como un proceso. Porque hay un sexismo, que ha sido brillantemente señalado por muchas epistemólogas, en las teorías científicas (producto); pero también hay otro en la composición, exigencias de pertenencia y evaluación de méritos, en las comunidades científicas (proceso). El desafío del feminismo consiste en mostrar el vínculo entre ambos, y señalar que una mayor apertura en las comunidades conducirá, si no a un cambio radical en el conocimiento, al menos a una ciencia menos sesgada (y por lo tanto, si se desea, más genuinamente “universal” si apelamos a los propios objetivos de la ciencia). Este vínculo respaldaría las exigencias políticas del feminismo, más allá de la cuestión jurídica de la igualdad de oportunidades y de trato.

No hay comentarios: