viernes, 12 de marzo de 2010

at. Luis Daniel Zuluaga

Deuda

Por Hugo Caligaris
La Argentina es un país bastante original. No nos damos cuenta porque formamos parte del conjunto, pero somos muy raros. Para demostrarlo, basta y sobra con tratar de explicarle a un recién llegado que el líder de la oposición es nada menos que el vicepresidente de la Nación. O que la Presidenta inaugura las sesiones legislativas anunciando que acaba de dictar un decreto de necesidad y urgencia. Traten de explicarle esto a alguien que no es de acá y que, por lo tanto, no conoce la lógica interna de nuestras discusiones y asuntos y verán cómo le van cambiando las expresiones: primero, frunce el ceño, después abre la boca, después junta los dedos de la mano y los sacude de abajo arriba y finalmente se nos ríe en la cara.
Ahora, si advierten que el turista está apenas un poquito más informado sobre nuestra historia reciente y quieren que de verdad se despanzurre de la risa, olvídense del vice y los decretos y háblenle de la deuda. Simplemente, tracen como cronistas imparciales el cuadro de lo ocurrido el lunes, durante la ya citada apertura de las sesiones ordinarias.
Para que el efecto sea más impactante, concéntrense en lo principal y dejen los detalles para más tarde: hay una presidenta populista que anuncia ante un grupo de legisladores escépticos su firme decisión de pagar la deuda. De pagar contra viento y marea. Desde los palcos y en la calle, una barra de militantes que reivindican su pasado revolucionario y su admiración por el Che estallan de alegría cuando se enteran de que la deuda ha de pagarse. Mientras tanto, los escépticos, entre quienes se cuentan no pocos admiradores del libre mercado y de las deudas canceladas, se abroquelan en torno del ex mandatario que declaró el default y recurren a la Justicia para evitar que la deuda se pague.
¿No es una cosa realmente formidable? En verdad, una vez que se le toma el gusto al humorismo político argentino, no se lo quiere cambiar por nada.