sábado, 26 de diciembre de 2009

gracias Gladys de Zárate!!!!

FELICIDADES !!!

El sentimiento de la auténtica Navidad


Es Navidad cada vez que sonríes a un hermano y le tiendes la mano. Es Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro. Es Navidad cada vez que no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad. Es Navidad cada vez que esperas con aquellos que desesperan en la pobreza física y espiritual Es Navidad cada vez que reconoces con humildad tus límites y tu debilidad. Es Navidad cada vez que permites al Señor nacer para darlo a los demás... No des sólo lo superfluo, da tu corazón...


Madre Teresa De Calcuta.

at Prof.Gustavo Issetta


TODO LO QUE PASÓ EN EL DIA DEL TANGO EN ESCOBAR!!!
NO TE LO PIERDAS PIBE




GRACIAS Mónica Rodriguez y felicidades!!!!

at. Liliana Piani

Gacetilla de Prensa Nº 83


23 de Diciembre de 2009
PROYECTO DE LA COALICION CIVICA

LOS CLUBES Y ASOCIACIONES CIVILES SERAN INEJECUTABLES

La Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires convirtió en Ley el proyecto presentado por la Diputada Liliana Piani, que declara a los clubes y otras instituciones de representación barrial como bienes sociales al servicio de la comunidad.
A partir de la promulgación de esta Ley, los inmuebles propiedad de las entidades civiles sin fines de lucro, que cumplan con los requisitos establecidos por la norma, serán considerados como bienes sociales inejecutables.
“El proyecto intenta revalorizar el esfuerzo colectivo que numerosas familias en todos los barrios de la Provincia han efectuado para desarrollarse en comunidad, esto es creando clubes deportivos, sociedades de fomento, instituciones culturales, que ha sido sin dudas, la concreción de sueños y epopeyas barriales.
En ellas, muchos vecinos dejaban -y aún dejan- parte de sus horas de descanso para aportar tanto en su construcción, como en su mantenimiento. Compartían sus ansias de progreso y la preocupación de cómo proteger a sus hijos y estimular sus capacidades. En el caso de los clubes y las sociedades de fomento, eran espacios de convocatoria común, el espacio unificador de una sociedad que se veía muchísimo más integrada que la que podemos ver hoy” expresó la Diputada Piani.
El beneficio de la Ley es el resguardo de los inmuebles de las ONG's con trayectoria barrial dedicadas al desarrollo comunitario, con fines deportivos, recreativos y culturales, dedicados prioritariamente a menores de edad. Para ello las instituciones beneficiarias deben ser asociaciones civiles sin fines de lucro con personería jurídica otorgada por la Dirección Provincial de Personas Jurídicas o reconocimiento municipal como entidad de bien público, y deberán acreditar diez años de existencia.
La diputada Piani afirmó que “la declaración de bienes inejecutables significa la protección de estos inmuebles, principalmente frente a los negocios inmobiliarios que arrasan con lo que son los espacios físicos concretos que han representado el esfuerzo histórico de todo una comunidad”.
Por su parte, las entidades registradas deberán celebrar convenios con el gobierno provincial y los municipios, para la utilización gratuita de las instalaciones para programas deportivos, sociales, de actividades físicas, recreación y culturales en beneficio de la comunidad.

Se debe destacar que el proyecto de Ley presentado por la Diputada Piani, contaba con media sanción en la Cámara de Diputados y luego en el Senado se le anexo la propuesta de los Senadores Marta Helguero y Torres Raúl.

Se agradece su difusión


Diputada Provincial Piani Liliana
Vicepresidencia II Honorable Cámara de Diputados Provincia Buenos Aires
Coalición Cívica


Despacho: (0221) -429 7162
Prensa:
Agustina Barrera (0221) 15 418 6285

at. Argenpress- GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


viernes 25 de diciembre de 2009

Estas navidades siniestras
Gabriel García Márquez
Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tanto estruendo de cornetas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos reales que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace 2.000 años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero le gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.
Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas Navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando solo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más grande que la virgen, y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro, y un rayo de seda amarilla que habría de indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros, y desde luego era mejor que tantos cuadros mal copiados del aduanero Rousseau.
La mistificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeron los Reyes Magos -como sucede en España con toda razón-, sino el niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión no solo porque yo creía de veras que era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que también los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños, y me quedé en el limbo. Aquel día -como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria- perdía la inocencia, pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.
Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papá Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen San Nicolás, un santo al que yo quiero mucho y porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina. Según la leyenda nórdica, San Nicolás reconstruyó y revivió a varios escolares un oso que había descuartizado en la nieve, y por eso lo proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del Norte a fines del siglo XVIII, junto al árbol de los juguetes, y hace poco más de cien años pasó a Gran Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y estos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno y estos quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducidos del inglés; y tantas otras estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la pena de haber inventado la electricidad.
Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocan de puerta buscando donde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala. Mentira: no es una noche de paz y amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños -viendo tantas cosas atroces- terminen por creer de veras que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos.
Gabriel García Márquez.
Colombiano. Escritor.
Premio Nobel de Literatura en 1982.

gracias Jorge Vadacchino!!!!